Las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, Franciscanas, regentan el Colegio Jesús Nazareno de Getafe desde su creación, allá por 1935.
La necesidad del momento fue cambiando los destinatarios de su acción desinteresada. Siempre, no obstante, ha marcado su labor, la lucha por la igualdad de oportunidades y el socorro ante la miseria humana.
“Las Nazarenas”, como son conocidas por los getafenses, son una Orden antigua, cuyo origen encontramos en Córdoba. Su fundador, el Beato Cristóbal López de Valladolid, nació en Mérida en 1638. Hijo de labradores, pronto siente la llamada de Dios y con tan sólo 23 años es ordenado sacerdote. Las batallas con Portugal le llevan a su primer destino: capellán castrense. Allí forja grandes amistades y socorre necesidades humanas y espirituales de los soldados. Tanta miseria le trae la enfermedad y esta situación, unida a la muerte de su mejor amigo, le llevan a entrar en conversión. El lugar elegido, el desierto de “el Bañuelo” en Córdoba. Siete años en soledad con otros ermitaños forjan su espíritu para cumplir la voluntad de Dios. Y tomando el sobrenombre de “Santa Catalina”, en 1673 deja la vida contemplativa y baja a Córdoba, guiado por el Señor para vivir “no para sí, sino para la pública utilidad”.
Funda la Congregación de Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, Franciscanas, que siguiendo su carisma de servicio y sencillez, dirigen su labor principalmente a las enfermas abandonadas por las calles de Córdoba, consumidas por la miseria. En una vieja Iglesia abandonada, crea su primera gran obra, el “Hospital de Jesús Nazareno”, que debe su nombre a una imagen que el Padre Cristóbal encontró en ese lugar, la del Nazareno. De las ancianas a los niños, cualquiera que tuviera necesidad, encontraba ayuda en su casa.
Dificultades, muchas. Recursos, muy escasos. Pero la Providencia de Dios venía en su auxilio siempre. Por eso, las Casas que hoy día administra la Orden están presididas por el lema “Mi Providencia y tu fe tendrán nuestra obra en pie”. La Caridad termina pronto con su vida y, a los 52 años, muere víctima del cólera. Pero su obra no muere con él, sino que, con fuerzas renovadas, comienza la expansión y la creación de centros de misericordia, se extiende por toda España, y, cruzando sus fronteras, llega a Perú, Santo Domingo, Puerto Rico, Bosnia…Fruto de esta expansión y su deseo de estar “Allí donde tu Amor nos lleve” aterrizan nuestras hermanas en Getafe, y no por casualidad.
2- DE CÓMO LAS HERMANAS SE ESTABLECEN EN GETAFE
En 1935, Madrid vive una situación delicada: las ancianas agonizaban por las calles, sumidas en un profundo dolor por su enfermedad y, sobre todo, por el abandono que sufrían. La Congregación, deseando paliar de alguna manera su dolor, tras muchas penurias, elige nuestra ciudad como sede para crear un asilo y recoger a todas las enfermas que, desahuciadas por hospitales, médicos y familias encuentran en ellas su esperanza. La Orden adquiere el edificio que hoy conocemos como Colegio, y lo llaman “Hospital de Jesús Nazareno”. Poco tiempo pudieron ejercer su abnegada labor, ya que la Guerra Civil altera todos sus planes. La casa es ocupada y las Hermanas se refugian en el Colegio de las Ursulinas. Lejos de cundir el desánimo, su fe y su deseo de servir a Jesús en los pobres, acabada la guerra, vuelven al Hospital…y está completamente derruido.
La situación económica es crítica tras la larga contienda. Y la Orden no posee recursos materiales para reconstruir el edificio, pero es tal la necesidad en el pueblo, que no dudan en acudir a la caridad de los getafenses, y pidiendo limosna por las casas, consiguen reunir unas pocas pesetas, que unidas a diversas ayudas anónimas, las religiosas, con mucho esfuerzo, consiguen reconstruir lo que fuera el hospital de ancianas. El espíritu franciscano y hospitalario de nuestras monjas las hace vivir en apertura a la realidad, integrando las nuevas exigencias en su actuación.
Así pues, viendo el estado de abandono de las huérfanas de la guerra, solicitan a la Administración Pública abrir un orfanato. No lo consiguen, pero no cejan en su empeño y, tras largas negociaciones, consiguen acoger a dichas huérfanas, constituyéndose no como orfanato, sino como Instituto. Con ayuda de las subvenciones estatales, las chicas huérfanas de la zona, así como de cualquier parte de España, encuentran en el Instituto “Jesús Nazareno” un hogar donde vivir y una escuela donde aprender oficios tan valiosos como Secretariado o Modista, que les servía como llave para formar parte del mercado laboral, tan restringido para el mundo femenino en aquella época. Huérfanas de mineros, de militares y de guardias civiles, y niñas enfermas que precisaban aire puro para recuperarse, encontraron en el colegio una familia que, con mimo y diligencia, colmaba su necesidad de cariño y las formaba como mujeres con un futuro propio. En 1945, se les retira la Beca por el Ministerio de Justicia, ya que la situación en España va cambiando. Tras unos años en los que acogen a hijas de las víctimas de accidentes laborales, que quedaban en precaria situación, en 1964 las hermanas solicitan la posibilidad de impartir en su Centro el Bachillerato Técnico Profesional y, afrontando muchas penurias, consiguen establecerlo. Desde ese momento, sus aulas se llenan de chicas que, desean comenzar una nueva vida, en una sociedad moderna que abre sus puertas a las mujeres como trabajadoras asalariadas.
En su ideario, siempre la solicitud hacia los más necesitados hace que por sus instalaciones pasen muchachas con grandes carencias, que las hermanas intentan paliar con los escasos recursos con los que cuentan. Entre las profesionales que atendían a las alumnas, mujeres que poseían carreras universitarias encontraban empleo, siendo un centro que llegó a contar con un claustro de más de 15 profesoras tituladas. Pasados los años del Bachillerato Técnico, el Centro solicita al Ministerio de Educación la ampliación del Instituto, para acoger niñas desde grados inferiores. Conseguida la aprobación, se transforma en Colegio tal como hoy lo conocemos.
La labor que han realizado a lo largo de todos estos años de historia se ha caracterizado siempre por la atención a la necesidad material y espiritual, así como la promoción de su alumnado. En aquellos años en los que la mujer no encontraba un medio para iniciar su andadura profesional, las hermanas fueron un puente para cientos de chicas que con una sólida formación y una cualificación adecuada, ocuparon puestos de responsabilidad en nuestra sociedad civil.
Nuestro centro conserva, gracias a Dios y a la vocación de las Hermanas Hospitalarias, los principios que llevaron a su fundación: la acogida a los más débiles, la igualdad de oportunidades, la atención personalizada, especialmente para los alumnos con más dificultades, y la formación de personas libres y con capacidad crítica para insertarse en un complejo mundo y aprovechar las oportunidades que nos ofrece.
Actualmente, carecería de sentido que dirigiera su acción exclusivamente a niñas. En sus aulas se mezclan chicos y chicas que se educan en igualdad como la sociedad de hoy día exige. Dos notas son las más características de nuestro colegio: la adaptación de los contenidos a las necesidades de los chavales y la creación en las aulas de “pequeñas familias de chicos y chicas” donde, asumiendo distintas responsabilidades, cada cual encuentra su sitio con respeto a la diversidad.
3- LA LABOR EN DEFENSA DE LA IGUALDAD Y EN PRO DE LA MUJER, SE EXTIENDE EN ESPAÑA Y EN EL MUNDO
Esta labor de promoción y formación no es exclusiva de nuestro colegio de Getafe. Las casas que la Orden posee en España, en Córdoba y Madrid, se inspiran en la misma espiritualidad. Pero la capacidad de adaptación de las hermanas hace que cada centro tenga su propia organización en virtud de las exigencias del entorno.
Mención especial merece el trabajo realizado en La Coruña. Allí, de forma absolutamente anónima, las hermanas, en colaboración con los servicios sociales y el Ayuntamiento, llevan a cabo una excepcional tarea de promoción de las mujeres en riesgo de exclusión social por diferentes causas (acoso, malos tratos, abandono…). Desde su profunda convicción en la igualdad real de oportunidades, ayudan a estas mujeres a rehacer sus vidas y a buscar un espacio propio en la sociedad, dotándolas, no solo del cariño y comprensión que necesitan, sino, de forma desinteresada, de las condiciones que les permitan ocupar un puesto en el mercado laboral para poder realizarse como personas independientes.
Su presencia en países como Perú, Santo Domingo, Puerto Rico…es providencial, ya que son lugares con carencias afectivas, materiales, espirituales, sanitarias…Nuestras hermanas desembarcan en esta zona y, en función de la urgencia primordial, encaminan su acción: hospitales para enfermos, guarderías para niños, asilos para ancianos, colegios para indigentes o comedores para huérfanos. En lugares como Bosnia, la defensa de la dignidad de la mujer ha sido especialmente importante, pues la igualdad es aún una meta y no un hecho. A consecuencia de la guerra en el país, las mujeres han quedado en una situación de total abandono. Las Hermanas crean Residencias donde mujeres de toda creencia y religión encuentran un lugar de acogida. En estos hogares se trabaja no solo para ayudar en la atención de necesidades primarias, sino también en labores de fomento de la igualdad de dignidad entre hombres y mujeres. Las dificultades no son pocas, señalando que la escasez de vocaciones hace que su trabajo se multiplique y cada hermana deba desempeñar sus funciones en un horario que, si debiera ser retribuido, el sueldo sería el de un alto ejecutivo. Pero su fortaleza puede con todo. Ellas se amparan en que reciben la energía de la oración y la presencia Eucarística de Jesús.